EL TRIGO: El oro del Mediterráneo.

El Trigo es una de las primeras plantaciones que el hombre ha aprendido a cultivar, y por eso siempre ha jugado un papel importante en la historia y la evolución de nuestra especie. En el periodo neolítico marca la transición de la vida nómada a la vida sedentaria del hombre, y por lo tanto el nacimiento de la agricultura en el territorio entonces conocido como el Creciente Fértil. Un paso importante para el hombre para el crecimiento de la población y la posibilidad de fundar las primeras civilizaciones, en el que un edificio de extrema importancia fue representado por su propio establo donde guardaban el trigo. No es casualidad que muchos pueblos reconocen la cosecha como un regalo divino para ser adorado, como lo fue para los egipcios, los indios, los griegos y los romanos.

La diosa Cerere romana, protectora de la cosecha, es un ejemplo de cómo la idea de que el grano está ligada a la maternidad y la fertilidad de la tierra. La primera prueba oficial del cultivo y procesamiento de la fecha de grano hace unos 10.000 años atrás, al mismo tiempo cuando se coloca una serie de herramientas rudimentarias para la cosecha que se encuentran en Suiza y otras partes de Europa occidental. Ya en 1700 aC Además, en el Código de Hammurabi ya se mencionaba el pan, y nos da la primera referencia escrita para certificar la antigüedad de la panadería. Esta práctica estaba muy extendida entre los antiguos egipcios, como lo atestigua una era jeroglífica que representa todo el proceso de preparación de maíz, en particular el cultivo, la cosecha, molienda, mezcla y horneada. A los egipcios se le debe la intuición y la idea de la levadura. El cultivo de trigo, con tecnología probada del arado de madera tirado por bueyes, continuó con las civilizaciones griega y romana. Un testimonio poético se da por Homero en la Ilíada, la historia de cómo Ulises, fingiendo ser loco para no tomar parte en la Guerra de Troya, unido al arado un buey y un asno se puso a arar la arena. En la antigua Roma, sin embargo, el objetivo de proporcionar al Imperio de trigo estaba en la agenda, y la Urbe llegó a importar cantidades de trigo que ascendió a 3,5 toneladas. Es gracias a estas civilizaciones florecientes que el grano sigue siendo el símbolo del carácter mediterráneo. El cultivo del trigo ha sido poco a poco evolucionando. A principios del '900 hacen su aparición las primeras máquinas, pero la pobreza causada por las dos guerras mundiales se ha asegurado que la difusión efectiva empezó sólo a partir de la segunda mitad del siglo, lo que facilita un trabajo que hasta entonces siempre había sido hecho a mano. Es también en este período que también aumenta el consumo de pan blanco, una vez considerada un lujo de unos pocos. Bueyes y arado de madera abandonan el lugar para ser remplazados de la tecnología moderna, primero a vapor y después con el uso de corriente eléctrica, provisto de un dentado adaptado para cavar más a fundo el suelo. En condiciones iguales se ponen en el mercado también las

primeras cosechadoras y las primeras trilladoras, facilitando así las operaciones agotadoras y lentas de recolección y separación del grano de la paja. Punto de referencia para la molienda ha sido siempre el molino, un lugar mágico delegado a la transformación del grano en harina, ingrediente básico de nuestra dieta, para dar vida a la especialidad fundamental de la dieta mediterránea, como el pan y las pastas.